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El sentimiento hacia el lugar de origen de uno, además de punto de partida emocional esencial para el ser humano, es condición sine qua non para que la persona esté a gusto con su propio espíritu. El ser humano ha desarrollado el sentimiento de pertenencia a un pueblo y normalmente todos construimos involuntariamente, de un modo u otro, los puentes con nuestro lugar de nacimiento. También hay personas que viven en la negación de ese sentimiento, pero —yo diría—, esos necesitarían terapia psiquiátrica y hoy no quisiera dar demasiado pábulo a los renegados, ya que pretendo tratar cuestiones mucho más positivas en estas líneas.
En el extremo más sano del espectro encontramos a quienes llevan su pertenencia al pueblo en lo más hondo de su ser, quienes no pueden vivir sin el aire de sus raíces. En todos los lugares hay gente así, hombres y mujeres amantes de su pueblo. Y éstos miden a sus conciudadanos en función de esa característica. Personajes populares, del pueblo, que con frecuencia han enriquecido notablemente su patrimonio social, independientemente del ámbito al que pertenezcan. El personaje popular suele ser protagonista de la memoria colectiva del lugar, sujeto pasivo de conversaciones, actor de chascarrillos e instigador de la fantasía popular. Pero también existe otra cualidad que normalmente va ligada a los personajes populares y que se muestra en primer plano en todos los casos conocidos —al menos por mi parte—: la generosidad. No creo que se pueda amar al pueblo desde la mezquindad. Una persona puede hacerse famosa, eso sí, querida u odiada —esos dos sentimientos no casan con el amor al pueblo— y, además, sin problema alguno, uno puede hacerse famoso por prácticas estúpidas y mezquinas. Quizá debamos añadir la humildad a la generosidad, para ser un hombre-mujer popular, para ser aceptado por todos los estratos de la sociedad.
El pasado uno de noviembre se cumplieron cien años del nacimiento de Joxe Letona en Arrasate/Mondragón. En opinión de todos los que le conocimos, Joxe fue un hombre popular. A Joxe Letona el amor por su pueblo le brotaba por los poros de la piel, constantemente. Era un hombre intelectual —queda probado que no se tiene porqué ser un ignorante para sentir y vivir con el espíritu de un pueblo, con las limitaciones que supone ser intelectual en el Arrasate/Mondragón del primer tercio del siglo XX—, sobre todo si uno ha nacido en una familia trabajadora. Pero Letona hizo frente a sus carencias y supo amueblar su mente, lo que le ayudaría a inmiscuirse en los rincones oscuros de la historia local. Fue investigador inagotable del archivo municipal, siguiendo el camino abierto en el pasado por personajes como Esteban de Garibay, Miguel Madinabeitia y Juan Carlos Guerra. A diferencia de éstos, Letona fusionó su labor intelectual con el contacto directo con sus paisanos. Ese hecho, y su generosidad, le hicieron un personaje tremendamente popular.
Escribió libros, realizó numerosos trabajos de investigación y ofreció material para otros tantos a todo aquél que fue a pedírselo. El 30 de enero de 1987 el Ayuntamiento de Arrasate/Mondragón organizó un pequeño homenaje a Joxe y le hizo entrega del dragón de bronce. En opinión de muchos ciudadanos el acto no tuvo la importancia que Letona merecía. Joxe murió el 4 de julio de ese año. Y uno después al Ayuntamiento decidió poner el nombre de Joxe Letona a una pequeña plaza.
Precisamente cuando se le cdedicó la plaza a Joxe, escribí las siguientes líneas: “Este Pueblo nuestro, inmerso absolutamente en una vorágine negativa, necesita personas como Joxe. Estamos necesitados de hombres y mujeres que, mediante el trabajo bien hecho, deseen contribuir al bienestar de la sociedad vasca. Y pienso que aún estamos demasiado lejos de alcanzar unos mínimos, siquiera, de ese objetivo. Esta sociedad, con una juventud mucho mejor preparada que la nuestra, no encuentra su sentido y ha optado por otras posibilidades, muy alejadas de la humanística. Deberíamos recordar una y otra vez, permanentemente, que debemos esforzarnos en aplicar el modus operandi amplio y fecundo mostrado por el difunto Joxe Letona para lograr una sociedad vasca más juiciosa y alegre, y más libre”.
Ahora, cuando se cumplen cien años del nacimiento de aquel hombre auténtico, la población de Arrasate/Mondragón quiere recordarle y así piensa que el bronce y el mármol están muy bien pero insiste en que como colectivo humano deseaba, y necesitaba, mostrar su agradecimiento a Letona. Se lo ha querido hacer de forma muy simple, mediante un pequeño gesto conmemorativo. Y ha recordado que aquel hombre que bebió de las fuentes de la cultura popular intentó enriquecer, noche y día, el patrimonio cultural mondragonés, porque las nuevas generaciones necesitan referentes. Necesitamos hombres y mujeres marcados a fuego con el hierro popular, para que este nuestro —lo escribamos con P minúsculas o mayúscula— avance y se desarrolle.
Pequeño pero cálido; sencillo y cercano. Ése es el homenaje que la población de Arrasate/Mondragón ofreció a Joxe Letona el día de San Nicolás, 6 de diciembre de 2008. A la una del mediodía los amigos de Letona se reunieron en la pequeña plaza que lleva su nombre y cantaron la copla petitoria que todos los mondragoneses cantamos de niños y que Joxe estudió con tanto interés.
San Nikólas, coronado
Arzobispo Mariandres.
A la luna noche y día,
etxekoandra noblia,
egizu, egizu pilia,
San Nikolás, kriskiliskras
dáme una castaña y no quiero más.Aquí estamos cuatro, cantaremos dos
Para San Nikólas, por amor de Dios.
Belengo portaleko ate zabaletan,
Hotzak ikaraz dago Jesus lastuetan.
Angelitos somos, suspi-suspiramos
Lukainka, txorizo.
Neskai (mutilai) bapez, mutilai (neskai) dana¡Va por ti, Joxe!